Caracas la temida, la amada, la odiada. A veces nos encontramos a gusto, indiferentes o nos provoca salir corriendo. Su verde nos hipnotiza. Su violencia amedrenta. Por ello, hemos preferido verla como nuestra mansión. Imaginándola como un producto de nuestra carne, nuestro sudor, nuestra sangre. Con ello no la hacemos ajena ni lejana, mas bien cotidiana. KochCarrasco somos los observadores, quienes ya curtidos en sus entrañas la exponemos sin reservas.
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18 abr 2014
Mansión Koch Carrasco: En donde se determina que Lindaflor no saldrá del ...
Mansión Koch Carrasco: En donde se determina que Lindaflor no saldrá del ...: José Luis Graterón ―Voy a decirlo de una vez, a mí ese tipo no me gustó desde el principio―declaré rotundo a Nayeska, liderando la march...
En donde se determina que Lindaflor no saldrá del closet sino del auto
José Luis Graterón
―Voy
a decirlo de una vez, a mí ese tipo no me gustó desde el principio―declaré
rotundo a Nayeska, liderando la marcha del grupo mientras que Yesnardis, mi
hermana y mi pareja Ray, salían de la sombra protectora del Jabillo a esa hora
en la que el sol, preludio de la semana santa, derrite literalmente el asfalto.
Habíamos
estado esperando a que terminara la arenga, así como instrucciones que
indicaran hacia dónde debíamos marchar. Nosotros, junto con el gentío que
llegaba para el encuentro en Ciudad Banesco, nos habíamos refugiado bajo un
jabillo en la orilla sur del Guaire que allá abajo corría imperturbable sus aguas color mierda inconfundible (y no me
vengas con guevonadas: es color mierda. No es siena, ni chocolate, ni café, es
color mierda inconfundible y es nuestro
completico, en todo su asqueroso recorrido hasta llegar al mar Caribe con o sin plataforma marina, unido a la otra
mierda a quién sabe a cuantas millas náuticas
o nudos marinos de la Guaira, donde las plastas más ancianas del
continente nos gobiernan con la complicidad de las plastas de gobiernos de la
zona, quienes con honrosas excepciones son todos una mismísima mierda…igualitos
el gobierno que tenemos aquí: ¡una mierda!), ¡pero espérate me estoy alejando
otra vez del tema!
Los
tres nos sumábamos al rebaño inmenso de
gente yendo a concentrarse a algún rincón del gueto al que hemos sido
confinados por el apartheid que estamos viviendo en esta ciudad caribeña. Una
ciudad caribeña que lidia cotidianamente con bandadas de guacamayas urbanas
separadas por zonas: que si las del parque del este, que si las del cerro del
Ávila, que si las del sureste…y todas, al igual que los que sufrimos esta
ciudad, nos encontramos en nuestras cotidianas colas y trancones de tráfico,
con la diferencia de que las guacamayas se saludan todos los días de bandada a
bandada y en eso nos ganan a los humanos, que estamos en la oscuridad de
nuestros propios autos e ignoramos adrede a los que nos rodean. Las otras bandas con las que lidiamos
constantemente pertenecen a otro género animal, pero esa es otra historia y me
pidieron hablar de Caracas y nuestra cotidianidad y bueno, no sé… me estoy
perdiendo. Déjame retomar la historia:
―El
tal tipo que no me cayó bien desde el principio―le digo a Naye con mucha
gesticulación para que me pare bolas― ,es uno que va al gimnasio al que yo
también asisto y a quien llamo con sorna “Lindaflor”, porque así se llama su floristería.
Nayeska, mi amiga de la infancia y mi hermana
Yesnardis, también van al gimnasio. Mi pareja Ray prefiere las caminatas por la
embajada americana cercana a la casa, donde puede encontrarse con los amigos
que ha hecho a través de los años. Todos con perros de diferentes razas a los
que saluda y con los que conversa en un idioma inventado que los dueños de
estos perros soportan estoicamente un poco avergonzados delante de los demás
transeúntes. A estos, los dueños de los perros, mi amigo los ignora
amablemente. Tengo entendido que su favorita es Princesa, una salchicha que
arrastra la barriga y se mea de felicidad cuando lo ve.
Bueno,
yo a veces pienso que todo esto pasa porque no tenemos perros, porque déjame
decirte que cuando Ray me dijo que adoptáramos, me pareció que no sé, estoy muy
viejo pa’eso. Total que yo sé que aunque tengamos gatos, (a los cuales Ray les dice algo como así: porrongo molongo Michucho, rarongo, tutu,
tutu, tutu) a él le gustaría
tener a alguien a quien pasear. Perdón,
cuando dije “adoptar” quise decir niños, no estos animalitos que son una
belleza. Claro que los niños también lo son, pero bueno me perdí otra vez.
Vuelvo al cuento: ―Párame
bolas por fa Naye, ¡párame bolas!―le decía a mi amiga.
El
caso es que yo respeto a todo bicho de uña como dicen por ahí, y por ejemplo,
prueba de mi tolerancia es aceptar a mi hermana y mi mejor amiga que son ambas
lesbianas que abandonaron a sus respectivos maridos que eran clientes míos y
que del follón me dejaron de comprar. ¡No!, por favor no hablemos de lo que
vendo que dijimos que no íbamos sino a hablar de Paz. ¡No me pongas a hablar de
Cadivi ni del gobierno! ¡Qué ladilla!
No, del gobierno no.
Claro
que lo que yo quiero decir es que soy tolerante, no ante el hecho de que sean
lesbianas porque, ¡por favor, si yo soy gay!. Y digo, obstaculizando la marcha
al pararme con mis manos abiertas: ―¿tengo que decirte que no tengo nada que esconder?.-Y reanudamos la marcha,
of course. Aunque, sí, es verdad: siempre le digo a mis amigos que se callen,
que no hablen de mariqueras cuando está María, una señora que lleva conmigo en
la casa 30 años y que hasta me ha sacado el vaso de la mano cuando me he
quedado durmiendo desnudo en la sala más de una vez. Sin embargo yo digo por
joder que shhhh ¡que María no sabe!,
refiriéndome a mi condición de gay.
Bueno,
el caso es que me perdí otra vez, ¿dónde estaba? Ajá, ya para terminar lo de
ser tolerante: lo digo porque pesar de haber perdido dos clientes por este par
de perras, aún las sigo tratando como si nada… aunque tengo que confesar que
las puse en el freezer por un buen
tiempo.
Nayeska
es algo ruda y voluminosa y de las dos es la hombruna. Ella es el
hermano que nunca tuve, aunque la verdad es que si tengo, pero me fui muy
carajito de mi casa. Y la otra es mi hermana. La cosa es que Nayeska, que en
estos momentos está fuera de horario de oficina y tiene su gorra del Magallanes
volteá pa’ tras, sus manos desprovistas de uñas postizas y las puntas romas de
sus dedos como borrador de lápiz escolar
desprolijo, se muestra en su verdadero
ser. Su alterego, el dopelgänger, está en la oficina, bien lejos, en sus
gélidas alturas de la torre donde trabaja como asistente ejecutiva. Y todo esto
porque según su criterio, cuando va pa’ la oficina se pone mamita, mamita, pero
en su tiempo libre puede hacer lo que sea, lo que es verdad.
Perdón,
otra vez me volví a perder, es que hablar con Nayeska con este calorón y con
este gentío que te empuja, las consignas, los camiones con parlantes, las
barras de policías que te observan desde la esquinas como caimán en boca e caño,
es too much. En fin, en medio del
griterío le cuento a Nayeska a gritos por enésima vez del
tipo que le estoy hablando, para que por favor lo identifique ya que
quiero despertar en ella el mismo desagrado que este despierta en mí, pero sin
ningún motivo muy serio sino porque sí. O bueno, quizá si hay un motivo, pero
todavía no he llegado ahí.
―Nayeska―le
digo jalándola de la blusa y a través de la tela, puedo sentir una especie de
faja― jajaja, Nayeska,― le pregunto con sorpresa, genuinamente divertido de
haberla pillado―¿tú ‘tás fajada?.-Me pone un carón la Naye que da miedo, es
como Motu Motu. ―Que no hay problema mamita, con razón te veía moviéndote como la
hermana menor del monstruo Miltón ―le digo pa’ joderla.
―¡Ridículo!―me
espeta y se suelta, deshaciéndose de mi abrazo y adelantándose unos metros
mientras se arregla el sostén y se levanta el moño espeso y azabache, sofocada.
―¡El
tipo que te digo es el que tiene la floristería!.- La alcanzo sorteando
sombrillas, pancartas, vendedores de agua, refresco, cerveza. ―¡Es una ida a la
Meca esto!― susurro emocionado―¡es algo bíblico!― le grito entusiasmado a mi
entorno―¡es el mar de Jericó carajo!.
―¡Pero
Insulza dice que no está pasando nada!―dice una señora detrás de mí. Hay gente
que asiente a mi alrededor y de pronto Nayesca empieza a vociferar consignas
habiéndosele pasado el sofoco.
Una gritería de otro tipo proviene del flanco
norte de la marcha, la del lado del Ávila. ―¿Qué pasa, qué pasa?.- Y
automáticamente empezamos a buscar a los nuestros: Nayesca va adelante, detrás
de mí están Yesnardis y Ray que me dice:
―No es nada, no es nada. Es un borrachito bajado por equivocación en la
estación de la Plaza Altamira que atraviesa azorado este mar bíblico de gente
que se abre a su paso por el tufo que deja una estela de alcohol barato detrás
de él como la estela de un cometa.
― ¡Mierda!―
grita el borracho― ¡me perdí nojoda!―Me iba a bajar en Capitolio.
―Pero
¡¿qué es esto?!.
―No es nada, no es nada― dicen todos
calmándose unos a otros
―
¡Es un borrachito indefenso, por favor! ―grita otro
―
¡Déjenlo que grite sus groserías, chica!―dice la gente relajada
―
¡No te metas!― se dicen unas a otras.
Gente como uno, sintiéndose seguros en medio
de la normalidad de nuestra marchas, nuestras protestas, en la cotidianidad de
nuestras vidas. A veces, en medio de una
tranca que nos hace permanecer estacionarios, atisbo como una mujer joven
aprovecha la parada y como, olorosa a jabón a pesar de que no se consigue, saca
de su cartera un pañuelo y van saliendo en procesión los artículos cotidianos
de nuestras vidas que sólo una mujer organizada tiene: botella de malox y vinagre
para los gases lacrimógenos, botellita de agua, mini toalla, máscara
desechable, celular y lo más conmovedor: el escapulario junto a la imagen de la
virgencita. ¡Qué cursi como suena! Me hace pensar en nuestras mujeres y
nuestros hombres, en nuestros muchachos
y lo que estamos pasando. Este escapulario cuelga del pecho de esta mujer y eso
es, nada más, lo que milagrosamente la protege.
El
fluir de la gente continúa como hormigas marabuntas trepándose a las
autopistas, a los jardines abandonados y
espacios públicos que le competen a este eterno gobierno de mierda. Doscientos
metros más allá, fuera de la corriente humana,
quizás pudiera estar otra bella mujer llevando su vida paralela en estas
diferentes dimensiones en las cuales nos movemos y sería fútil condenarla, sólo
por atreverse a salir a la calle bella y bien vestida a tomarse un café y no a
participar de la marcha ¡ahí estaría todo jodido!.
Una
Palestina en pleno Caribe donde piedras, perdigones y gases lacrimógenos van y
vienen mientras hay gente que sobrevive semi -acostumbrada a lo que se han
convertido nuestras vidas. ¡Hasta un tirachinas gigante inventaron los gochos!
Sin embargo, como yo decido adoptar la versión del refugiado que en su propio
país decide vivir la situación como algo provisional que se va a acabar, me le
pego atrás a Nayeska para recapturarla tratando de lograr pasar el momento, y
cumplir con la patria.
―
¡Vente pa ‘cá chica!.-La agarro.
― ¡Suéltame!―
dice Naye cuando finalmente logro acercármele, haciéndose la enfadada―No quiero
tener nada que ver con un borracho y un
fumón, eso es lo que eres tu chico.
Me
quedo a su lado monitoreando los alrededores. De repente aparece un amigo en común que con ímpetu corre a las
cabeceras de las marchas (que ya hemos mencionado, son como ríos o mares) y que
con su cámara entrevista a los marchistas.
―Mira
quien está allá―dice Nayesca, el enfado ya pasado y su naturaleza exuberante
que la hace una verdadero mujerón cediendo a lo que sé que la activa: el sol vibrante de un buen día!
―¡Amigo,
amigo, te ayudo!-.Y corre la Nayesca a parar gente y a entrevistarla para
colgarla en las redes que son las únicas que no nos tienesn presos en esta gran
jaula en que se nos ha convertido el país.
Al
final regresa feliz, al haber logrado emboscar con su gran tamaño a varios
entrevistados que lucían sufrientemente interesantes para el criterio de selección
que nos convierte a todos en
periodistas, protagonistas de nuestras propias vidas.
―
¿Y cómo es él?―me pregunta al cabo de un rato,
entrecerrando sus ojos aún con el rimmel que no logró quitarse de su
escapada de la oficina. Yo casi trotando para acomodarme a su paso enérgico.
¡Es terrible esta Nayesca! ¡Cuando dicen chismes no aguanta dos pedidas!
―Es
uno como papeaito, pero tipo tapón de bañera, ¿sabes?―Le cuento sabiendo que ya
está enganchada.
―
¿Y qué es lo que pasa con él?―me pregunta en su tono de secretaria ejecutiva
(¡Qué secretaria no! diría ella, ¡asistente!) echando un vistazo alrededor a
ver si ve a Ray que está hablando afablemente con Yesnardis, mi hermana. No nos
vaya a pillar él en lo que ella cree es una aventura mía.
―No
sé cuál es la mafia que tendrán con los pobres heladeros, pero son todos haitianos…-Y
me fui del tema.―Pero déjame terminar,
que lo que te quería decir entre el peo y los gritos es que me pregunto: si tú
eres gay, ¿verdad? y llegas al gimnasio y te pones a hablar paja de los gais
mientras mariqueas de lo lindo en medio del rush
hour del baño de las ocho de la mañana…- En este punto Nayesca solo me oye
a medias, monitoreando los alrededores.
―Te
levantaste a ese tipo de allá―me dice.
―
¿Dónde?― pregunto
―Allá,
a tu derecha.-Y volteo imprudente inmediatamente, lo que molesta otra vez a
Naye―Chico pero una no te puede decir nada a ti, ¿enseguida vas a voltear? ¿¡ah!?,
¿¡ah!?.
Llega otra vez nuestro amigo con su cámara,
trotando para captar los carteles más originales y le pedimos una foto. Apuramos
a Yesnardis y Ray para que nos alcanzen ―¡Ya va!, ¡ya va!―grita Yesnardis
colgándose de Nayeska, que enseguida quiebra la cintura y bate el moño pa’ un
lao con la pose media jarra, como hacen las modelos, aunque francamente en ella
luce un poco forzada. Es rara esta Nayeska, pienso, a veces muy macha y otras
se parte como una galleta. Digo yo, si tú tienes esta posición pública en
contra de los gais.
El
paso de un helicóptero allá arriba, monitoreando a su vez este mar humano,
desata una cantidad de improperios contra el cielo y no sabes a quién se le
reclama: si a los dioses, a los zamuros o a las guacamayas, al igual que allá
en la autopista donde los robocops de la policía Bolivariana nos ven con las
ganas con las que unos pitbulls verían a miles de gaticos. A su vez estos
reciben su ración de insultos: ¡Vendidos, cubanos, represores! y por un momento
un vibrante ¡hijos de puta! soltado a destiempo por una señora sorpresivamente
bien peinada y vestida. Parece que el calor no la afectara pues en el silencio
repentino, hizo que su grito
quedara suspendido allá arriba al lado
de los zamuros planeadores. Avergonzada,
apura el paso, su sombrilla perdiéndose entre las banderas amarillas de primero
justicia. Más atrás un gusano humano, como espectáculo chino, carga una bandera
inmensa y larga. La gente es todo
sonrisas y amabilidades los unos con los otros. Ya estas marchas no son como
aquellas en las cuales seguíamos un camión con música a todo dar mientras
detrás, ilusos, íbamos bailandito, pensando que íbamos a ganar las elecciones.
―Ya
sé de quien me hablas―me dice Nayesca―es bonito.- Me suelta mientras se seca el
sudor que le borra el maquillaje.
―No,
chica. ¡Nada que ver!―le digo― Ustedes las lesbianas piensan que uno con tal
que tenga un pipi guindando ya se enamora, porque bueno eso es lo que ustedes
anhelan tener―le digo chocarrero.
―¡Ay no, mijito, no empieces! No empieces a
hablar de tus groserías y asquerosidades.
Hay
un momento de inquietud en la multitud (así se deben sentir los bancos de
sardinas cuando son acorralados por los tiburones, pienso). ¿Adónde vamos?,
todos se preguntan si nos tienen acorralados. Una certeza nos recorre el
espinazo, nos vemos unos a otros impotentes al momento en el que una muchacha
se monta en un camión y con voz ronca de hombre nos dice que hay que desviarse
por la universidad. Esta es de la familia, digo yo entre dientes, y la muchacha
sigue su perorata a todo gañote y por medio de un megáfono:
―¡Compañeros,
nos tenemos que desviar por la plaza de Las tres Gracias, por los momentos
nuestro propósito de llegar a la Fiscalía esta pospuesto! ¡A la Plaza de las
Tres Gracias repito! Trataremos de llegar a través de la universidad a Plaza
Venezuela, repito: ¡no caigamos en provocaciones!, ¡esta marcha es pacífica!.
¡Ufff!,
me alivia la solución propuesta. Por los menos los árboles de la universidad
nos permitirán un descanso de este sol
de mediodía.
Entramos
al campus después de haber dejado atrás a tres mujeres desnudas: las de
Canovas, hermosas y soñadoras que dominan una plaza cuchicheando secretos entre
ellas, ajenas al maremagnun, sombreadas
por sauces que lloran de dolor sobre el espejo de agua verde en el cual
se reflejan, vibrando como un espejismo en el sol de las doce.
―¡Qué
bella!― me dice Naye.
―Mi
Alma Máter, ¡la Casa que vence las sombras!―murmura Ray, su perfil distinguido
contemplando la copa de los árboles. Yesnardis
puta y coqueta como es, se le guinda encima y lo besa diciéndole― ¡Cuñao,
siempre tan poeta! .- Y suelta un risita.
Ahora,
después de haber atravesado el campus con su plaza del reloj, los apamates
floridos con sus guacamayas azules y amarillas de la bandada que habita la
universidad, contemplando este espectáculo inusual de verbena desde los ramajes, estamos atascados y la
gente se empieza a sentar en la grama.
― ¡Mira
quien viene ahí!, ¡La rectora!, ¡Valiente, valiente, valiente!
El
que más grita soy yo, aunque callo cuando me empieza a doler una costilla. ¡Qué vaina!, ahora no puedo ni
gritar.
―¿Qué
hacemos? ― me dicen todos― ¿esperamos?
Otra
vez la muchacha con voz de hombre nos dice que se está negociando, que cuando
pase la marcha del oficialismo, nos dejarán pasar a nosotros. Esta marcha del
oficialismo avanza escuálida y protegida por elementos del G2: cubanos
disfrazados de policías y guardias nacionales. Sus participantes caminan sin
mucha convicción en una parodia de marcha por la paz o cualquier guevonada que
haya inventado esta mierda de gobierno, que como bolivariano, también lleva el
mote de mierda según mi criterio y está tan pegado a ella, que no puedo dejar
de anteponerla cada vez que menciono al susodicho.
―¡Qué
vaina!― dice Nayesca,― Y volviendo al tema, ¿qué fue lo que pasó con el tipo de
la floristería?― me pregunta ya que no tenemos nada más que hacer sino esperar.
―
Bueno que cuando me fui a la sauna, el tipo se metió detrás y empezó, como si
yo no lo viera, a excitarse con el interior puesto y el guevo colocado de tal
forma que luciera más grande de lo que realmente es, ¡me dio una indignación! Tuve
que salirme inmediatamente de la sauna y eso que no llevaba sino 3 minutos más
o menos. ¿Para qué, si son maricas, se
ponen con esas guevonadas? ¡No hablen mal de las locas y ya!, ¡no hablen nada!,
¡nojoda!.
―Pero
bueno, chico, ¿y a ti que te importa si el tipo se excita? ― Me pregunta
Nayesca poniéndose las dos manos en la cintura, en la posición que llamamos
jarra completa, (la de media jarra es con una sola mano en la cintura).
―Bueno,
no sé…―digo yo ofuscado,― es como tratarme de marica.
―Bueno,
papito―me dice Naye agarrándome el mentón y mirándome a los ojos,― y ¿no es lo
que eres?―su pelo cae pesadamente hacia atrás mientras suelta una carcajada―¡Vaya
macho Camacho que me ha salido mi amigo!.- y dice con un resoplido: ¡uff que calorón!
―Miren
muchachos―les digo a Ray a y las niñas―yo creo que es mejor que nos vayamos, ya
cumplimos con la patria, ¿para qué nos vamos a quedar sentados aquí? Esos
cabrones no nos van a dejar pasar.
―Bueno,
okay, cojamos por aquí y volvemos a salir a las tres Gracias.
Regresamos
mamados de la larga caminata y el sol, “lo peor es el sol”, susurra Yesnardis.
―¿Por
qué mi amor?― le digo a mi hermana― ¿tienes miedo de ponerte más negra?.
―
¡Ridículo!.- Me suelta, matándome los ojos.
―Bueno
mano―les digo―yo lo que sé es que no voy a regresarme caminando, ¡’toy mamao!
―Bueno,
mijo, si tú pagas el taxi…― dice Naye, ni corta ni perezosa y de una va parando
uno que viene llegando.
―
Con aire, por favor, con aire― suplica Yesnardis, sofocadísima y echándose aire con las palmas
de sus manos perfectamente arregladas.
Ya
montados en el taxi le pedimos al conductor
que tomara la autopista porque el otro lado estaba trancado. Y nosotros, con
la modorra que da el regreso de un día de playa, en silencio, empezamos nuestro
recorrido a casa. De pronto, en el carril oeste-este, un tráfico descomunalmente
estancado nos hace sentir felices de ir en la otra dirección.
―¡Mira
quién está ahí!― grita Nayesca. Un solitario muchacho, sin camisa y con
musculatura de gimnasio, ha parado el tráfico bajándose de una camioneta que impide
el paso, mientras otro muchacho despliega una bandera en el medio de la
autopista. Los dos se ven minúsculos enfrentado el monstruoso tráfico.
-Lindaflor―digo
yo abismado y en susurros con la mano en la ventana del auto, como la chica que
visita al preso y se aferra al vidrio, sin posibilidades de tocar a su amor que
está allá, lejano y desafiante.
―El
tipo de la floristería― dice Yesnardis.
―Cuál
es el big deal?―pregunta Ray, siempre
en la luna.
―Nada―digo
yo―no es nada, pero veo con nuevos ojos y respeto, aunque sea una locura lo que
esté haciendo, a este tipito del gimnasio por el cual siento ahora admiración. El
ser humano es una cosa seria, ¿no Nayeska?
―Ujum―
me dice ella pícara.
Caracas, Abril del 2014, marcha que terminó en la universidad de Venezuela con gases lacrimógenos, perdigones, heridos y chicos apaleados y desnudados por completo por bandas del oficialismo. En una humillación que desencadeno una ola de desnudos solidarios en la ciudad: de muchachos con maletín y corbata pero sin nada más, o motorizados en pelotas que atravesaban la ya caótica ciudad para sumarse a este cuadro de Brueghel el viejo que es Caracas, con guacamayas amarillas y azules que nos contemplan desde allá arriba pensando que de verdad el mundo está loco. To be continued…
26 mar 2014
25 mar 2014
Ciudad herida
He pasado minutos esperando
Un
pichaque de grasa ensangrentada
Paso agitado de la gente
Sensación de sudor y olores de cosméticos baratos
Trazada la huella de un crimen
Por
una estrecha ventana del autobús veo muros, cables, alambres, rejas, basura, miedo,
desazón y desesperanza. Un abigarrado collage de cosas contrapuestas. Un agudo
corneteo me saca de mi ensimismamiento y vuelvo a lo mismo, la realidad. Me
levanto y como puedo abandono la destartalada camionetica, penetró en un denso
laberinto de máquinas humeantes. Me veo caminando de prisa, como quien quiere
desaparecer del lugar. Me llevo lo que vi como una interrogante, que no tiene
pregunta, que no tiene respuesta.
Veo
el cielo, voy bajando la mirada como una cámara que lentamente busca tomar una
tira vertical de la realidad, para alertarme de su confusión, su locura. Un
hermoso araguaney en flor anuncia nuestra estación primaveral, que dicen no
existe. Si, existe,
pero discurre tan sutilmente que no es posible saber cuando se sale de una y se
entra otra. Los expertos le llaman clima templado. No hace frio, no hace
calor, no hay brisa impertinente y la luz se posa suave en la cara. Todo esto me recuerda a un paraíso
de papel, pintado en una de esas estampas escolares del Descubrimiento de
América; en primer plano las palmeras, los indios idílicos y curiosos mirando
al Caribe tres cosas flotando que no se entienden. Lo que vino después es pura
confusión.
Una
ancha y abandonada autopista deja una senda de hollín en el valle, la fila de
automóviles parece interminable y la luz solar los hace brillar como espejos sin
reflejo. No hay nada que decir, los choferes encapsulados muestran su rutina y
de sus expresiones surge una mixtura de tedio y agobio nada auspicioso para el
día que tienen que afrontar. Hoy no va a ser diferente y la rutina avanza
lentamente sin saber cuando llegará a su destino. A mi lado, como parte de la
máquina, va una mujer que indiferente se maquilla y acicala, la imagen es interrumpida
por ráfagas de motos que pasan sin cesar. Nuevamente el miedo que no es
precaución se apodera de mi convenciéndome que la suerte está echada y lo mejor
es apurar el paso. Unos invocan a su dios y otros, como yo, lo dejan al azar.
Todo
parece casual, que ocurre por vez primera. El asombro ya no existe y hasta la
muerte violenta se nos hecho común. Más adelante, vi como cubrían el cadáver de
un hombre asesinado en un altercado de lo cotidiano. Ya no existe crimen a sangre
fría, pues no hay cálculo ni premeditación, queda a veces la saña o lo fútil
del crimen, que mas bien surge de momento. Salta como las venas que se brotan
de la garganta cuando gritas un discurso con vehemencia y que sabes nadie
escucha. El crimen es banal y ha sido exacerbado por el entorno: el yugo que
abisagra el actuar de quienes viven en este paraíso.
El
puente que atraviesa el río ha perdido su garbo y ahora se asemeja a una vía pasajera, sin romanticismo. No hay tiempo para mirar, lo mejor es pasarlo
rápido y llegar al otro lado. Un caudal
de agua turbia y fétida, con un lecho colmado de basura es el paisaje que vamos
dejando atrás. El paso debe ser
apresurado como quien ignora o no quiere ver la degradación del ambiente en su
máximo esplendor. Al puente no se le puede llamar nuevo o con heroico título, pues
es de guerra, como todo lo que circunda la ciudad.
Es
hora de volver al refugio, las sombras de la noche son el escondite más seguro
de quienes envilecidos por el odio o la diversión perversa quieren probar como
es ver que la vida se apaga. Un diario sensacionalista da cuenta que van siete
víctimas de la violencia en ese día. Al lado, de las víctimas ensangrentadas en
la calle, una fotografía de una espectacular
“hembra” de formas voluptuosas y calientes, que muestra cómo se alimenta el
alma cuando estas en constante estado de crispación. Parece rito, todos esos
rostros mustios que veo a mi alrededor están pensando como esquivar el hosco
destino. Imagino enviando vibraciones ultra sensoriales para que la guadaña de
muerte desvíe su ruta y no los vea a ellos.
Poco
a poco se van vaciando las calles, quedan los faroles palpitantes, la luz parece
cómplice del terror. El escenario es perfecto para inducir al miedo. Camino, y
jadeante redoblo mi mirada hacía atrás, no vaya ser que el más próximo sea el
homicida. La inquietud me sobrecoge pues siento que el que va adelante me mira
por su retrovisor como su victimario. Así vamos todos en tormentosa fila, queriendo
ser el único transeúnte de este abandono llamado Caracas.
Edgar
Carrasco
7 may 2013
Llegar a los 70
Divertido encuentro entre amigos para celebrar la entrada en una década, la cual es parte de una vida compuesta en siete capítulos.
5to. Festival de la Lectura, Chacao
El oasis en medio de la yerma nada que produce la crisis. Nada mejor para una ciudad como Caracas, tan arruinada en lo cultural y golpeada salvajemente por la delincuencia y la violencia. Las vedaderas soluciones al caos y al desastre.
Difamación e Injuria
En estos dias que corren, las palabras están cobrando el sentido y la fuerza que generan el odio y el desprecio. No es realmente una telenovela, es una realidad agobiante y con movimiento de espiral. El discurso ha quedado reducido al descredito y la humillación. Ya este escenario esta cediendo a su mas cercano aliado; las trompadas y los golpes.
8 mar 2013
Intimidades Interiores
No basta una razón. No basta un motivo. Todo es valido con tal de pasar una sabrosa tarde con amigos, en una asoleada terraza de Caracas. Intimidades Interiores poco se sabe de lo que pasa adentro. Muy guardado el secreto te hace diferente y te coloca en las alturas. Ya no hay vertigo todo se acható en el horizonte.
25 feb 2013
20 feb 2013
Parrillada Existencial - La Pelicula. La existencia humana en este planeta en parte ha sido justificada por un enjambre de creencias que elucubran sobre su origen. Tal es la incertidumbre que cualquier pensador irresponsable puede emitir opiniones blasfemas o inconsistentes. Esta pelicula se trata sobre eso, sobre esos que piensan irresponsablemente sin que les quede nada por dentro.
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